2/25/2011

No lo suficiente

Su poder me genera escozor. Lo que en algún momento fue avasallador, hoy me hace hervir la cabeza con cada alaridos de grandeza y suficiencia. Desde la picota, mirándome en medio de mi fragilidad, matar suena dulcemente confortable. Y amé esa terrible circunstancia, ayudaba a diluir la coquetería  y reemplazarla por su ser impetuoso y mezquino.

Pero siempre lo hace. Se estremece, gime, solloza y convulsiona deliberadamente con pletórica pasión incitando a amar. Mira con terneza, roza su frente e incrusta la mano en su cabello embelesándose empalagosa y frenéticamente con su mirada. La cólera crece a su periferia sin poder hacer más. Los copulaba el resquemor, abomina sus momentos de concordia y simetría; todos se regocijan en su desconsuelo y desdicha. Lo saben, por eso nunca dura lo suficiente para llamarlo plenitud, satisfacción o vida.

2/11/2011

A la mitad, todo está igual de insípido

Hoy quiero hablar desde lo que pasó. No quiero personajes ficticios, no quiero situaciones basadas en detalles ni exagerar lo que pasa. Hoy quiero sacarlo todo desde adentro, quiero dejar la basura a la entrada sabiendo que el camión pasará en minutos y se la llevará muy muy lejos; allá donde no me pueda tocar, ni dañar, ni recordar, ni doler y sobre todo, donde no apeste más en mí.


De todos los días, las estrellas escogen unos cuantos para hacerlos todo un desastre. Llegué a clase y podría jurar que subí 4 pisos con el estado físico de una tortuga resfriada y fuera de mis cabales. Me sentí ahogada, un poco claustrofóbica en ese reducido espacio repleto de gente. Un día de discusiones tergiversadas que siempre pierdo. Y por supuesto, él no fue. No esperaba que lo hiciera. Me provoca pensar que no existe.

De nuevo, esa cosita que creía olvidada hace unos meses. Mis ojos inquietos por la impotencia de lo observado y el bum-bum-bum replicante. Angustia, desespero, impaciencia y unas rotundas ganas de correr a lanzarme como demente. Yo tenía algo claro: no volvería a pasar. Igual seguí allí, no justamente deprimida, pero sí dolida. Entre tanto hablar a medias para tratar de escuchar algo que me hiciera sonreír, una cálida voz se quedó callada. No sabía cómo interpretar eso, no lograba dimensionar la situación.

A las 6:57 pm del 11 de febrero del 2011 el dictamen era claro. De la manera más impersonal, impulsiva, irracional y patética, como todo lo que se hace sin pensar pero que termina siendo más importante que lo que puedes llegar a planear durante años. Ahora simplemente siento que me falta un pedazo. Esa sensación es detestable. Siempre llega el miedo y te pregunta ¿es lo que realmente quiere? Y la respuesta es no. Desearías no tener que llegar a extremos para no perderte, para no dejar todo por alguien más, para no permitirte caer más bajo. Esa estrecha línea entre el deber y el querer es conflictiva. Esta vez le hice caso al corazón; ese pequeño y fuerte músculo que ya no quiere luchar por algo que estaba perdido antes de encontrarlo. Algo que no tenía ni pies ni cabeza.


Un punto final al inicio de un largo camino. Un olvido pausado pero seguro a cada instante; un adiós prolongado en calma y deletreado; una última sonrisa para los buenos momentos; una caricia frustrada para tener siempre presente lo imposible; ni un abrazo ni beso para sellar, como en el inicio, el final del libro. 

Una mitad insípida por saber que existió.