Melanie está en el balcón de su apartamento escribiendo un nuevo capítulo de la novela que pretendíe publicar. Al lado izquierdo hay una pequeña mesa, sobre ella, un portarretratos con la foto de una pareja. Melanie se queda mirándola y sin poder controlarse deja a un lado el computador y se tira en el sofá mirando hacia la ventana. Abraza con fuerza uno de los cojines color crema que hay a su derecha, cierra los ojos y la vocecilla en su cabeza comienza la masacre.
“A veces me quedo aquí en medio de la nada pensando en los sueños de los que hablamos tantas veces durante esos dos años; se siente amargo pensar sola, era mejor cuando nuestras cabezas se encontraban y fluían los pensamientos a través de ellas. Todavía te espero en nuestro sueño favorito, el que siempre dijimos haríamos realidad, aquél que te conté cuando desperté en la madrugada con una sonrisa cruzando mi rostro entre tus delgados pero fuertes brazos, te besé el cuello con ternura hasta que despertaste y me diste un profundo beso como sólo tú lo puedes hacer. Ese sueño que por lo absurdo que sonaba dio inicio a todo esto, mi absurda iniciativa. Aún voy al Rim Café y pido un croissant con café Colombiano, tu simpático chiste.
Qué frustrante se siente. Qué doloroso es recordarte sentado frente a mí con unos lentes oscuros y esos labios color rosa que me hacían perder minutos valiosos de tu calurosa mirada color miel.
El otro día te vi con ella, es rubia, siempre te gustaron las rubias más que las pelirrojas, aunque tu fantasía era estar conmigo y una francesa. Siempre voy a querer cumplirla. ¿Por qué nos obsesionamos tanto con Francia? Creo que estabamos locos, a lo mejor por eso nunca pasó. Tú querías una amante, yo quería encontrar el amor.
No me gusta verte, aunque lo necesito.
Me duele cuando tengo estos ataques de pánico por pensar que algo malo te pasa o imaginar qué estarás haciendo en este momento, la ansiedad me descontrola y me provoca faltar a mi palabra para saber de ti, más cuando no logro verte por lo menos de lejos... Aunque sea junto a ella, eso resulta mejor que no verte jamás. No sentirte cercano, no extasiarme de ese aroma inigualable que desprendes y al que me aferro para decirme una y otra vez que sí fuiste real, que muchas veces fuimos uno solo; que mis manos tocaron tu rostro, que mi ojos se perdieron en los tuyos y que fueron miles los besos que nos dimos.
Ahora odio los silencios, me lastiman.
Contigo los silencios eran encantadores, ahora me recuerdan una y otra vez que fui yo la que dijo NO tantas veces y por eso, dijiste no poder más; porque deje que te fueras tras unas caderas que estaba dispuestas a manipularte y a obligarte a cumplir cuantos caprichos se les ocurrían. Nunca fui buena para eso.
Pero algo tengo claro, si tanto me duele es porque llegó el final, porque sé que nos perdimos. Sí en algún momento coincidimos en París, te esperaré en el Rim Café con el croissant y una de esas sonrisas que me dijiste tiempo después, te hacían falta en las mañanas.”
Melanie se siente un poco sobresaltada, se cubre el rostro con las manos y respira profundo hasta regular la respiración mientras cuenta hasta diez. Era hora de continuar con la novela si quería publicarla algún día.
http://www.youtube.com/watch?v=T7PX3E_-rwk
F.